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MAXIMILIANO ESPINILLO: UN GOLPE EN LA INFANCIA QUE LO FORTALECIÓ PARA LA VIDA

 

Maximiliano Espinillo | Foto:CBA24

Un asesino de redes, con un derechazo letal. Un delantero indescifrable hasta para los ojos de los porteros rivales y que tuvo que aprender a jugar al fútbol de manera diferente a los demás niños.

Maximiliano debió adaptarse a su nueva vida con solo cuatro años, cuando un virus le provocó un desprendimiento de retina, siendo el motivo por el cual tenía que pasar más tiempo en hospitales que en salas de jardín de infantes. Finalmente, su nervio óptico no soportó la cirugía y comenzó el resto de su vida a ciegas.

Determinado y resiliente como pocos, el siempre sonriente joven de Villa El Nylon, Córdoba, se crio en su humilde hogar, esa casita en la que “llovía más adentro que afuera”.

Mientras sus padres se desempeñaban como vendedores ambulantes de pilas, medios o de cualquier objeto que les sirva para sobrevivir, él se quedaba en su vivienda con sus hermanos y poco a poco, paso a paso, se acostumbraba a su nueva vida de solo poder distinguir la claridad y oscuridad, sin lograr ver colores ni formas.

Con apenas cinco años, la felicidad de Espinillo era colocar una pelota pinchada dentro de una bolsa de nylon con piedras que funcionen como sonajero, y salir a jugar con los demás chicos. Eso sí, siempre que volvía era con algún moretón nuevo y cada vez que salía lo acompañaba el temor de golpearse y que sus problemas de salud empeoren, siendo esto último lo que le sirvió para amoldarse y ser lo que muestra hoy en día.

“No soy técnico, pero tengo mucha garra, corazón y enjundia. Pegarle fuerte es mi virtud”, destaca con orgullo en una entrevista a CBA24.

Su vida comenzó a tambalear cuando sus padres se separaron y sus hermanos se juntaron con sus parejas, por lo que él se las tuvo que arreglar para llevar un ingreso a casa: ya para esa altura, había estado con su familia infinidad de veces mientras estos vendían y él también había comenzado a ofrecer golosinas en los colectivos todos los días, entre las 9 y las 13 horas.

A la par, él estaba estudiando en el Instituto Helen Keller, donde afirma que fue un lugar hermoso más en su vida donde “siempre tuvo amor, cariño y protección, sin que nadie le dé la espalda”.

Su carrera deportiva amateur tuvo su puntapié inicial cuando empezó a jugar en Unión Cordobesa y luego arribó a Los Leones de Bell Ville y MEDEA, hasta que un encuentro pudo cambiar su vida (o mejor dicho, cambió a largo plazo) para siempre…

Martín Delmonte lo quiso incluir en Los Murciélagos, la selección nacional de Argentina de fútbol para ciegos, pero él respondió con una frialdad que hubiese dejado boquiabierto a cualquiera: “no, soy muy chico y no quiero mandarme un moco que arruine todo”.

Esa frase hizo que Delmonte se diera cuenta de que por primera vez –y supongo que única– un chico se había negado a jugar y cumplir el sueño de amante del deporte que tiene discapacidad visual. Sin embargo, eso mostraba una madurez en Espinillo y una capacidad envidiable de entender cuando es el momento justo y cuando no.

Tres años más adelante en el tiempo, ya en 2013, la vida volvió a cruzar a Maximiliano y Martín en una cancha de La Liga, donde el delantero jugaba y causaba estragos. “¿Ahora estás preparado?”, preguntó el técnico. “Sí, ahora sí”, respondió el deportista y el resto es una historia de amor inigualable para cualquier amante del deporte.

El éxito deportivo parece ir de la mano del cordobés, porque ni bien se sumó a la selección, fue subcampeón de la Copa América en 2013. Luego, llegaron títulos y más podios: dos medallas plateadas en los mundiales IBSA, otra en los Para panamericanos y una de bronce en los Juegos Paralímpicos de Río 2016.

Asimismo, también hubo torneos claves para Los Murciélagos y Espinillo como el título de la Copa América 2017, la medalla de plata en los Para panamericanos de Lima 2019 donde Espinillo metió cinco goles o el Grand Prix de 2021, como antesala a los Paralímpicos Tokio 2020, donde Maximiliano convirtió seis goles y fue goleador y mejor jugador del torneo.

Actualmente, el jugador de 27 años que cumplirá 28 el próximo 16 de noviembre, vive en Santa Fe junto a su esposa Victoria y defiende la camiseta de Los Buhos en la Liga Nacional de Fútbol para Ciegos. Aunque en el momento en el que estas líneas se están escribiendo, seguramente estará desbordado de felicidad, pensando en su fantástico torneo en Tokyo 2020+1, donde consiguió la medalla plateada.

Argentina ganó los tres partidos de la fase de grupos y la semifinal ante China, anotando nueve goles en total. Siete de ellos, fueron obra de Espinillo, quien se ganó el privilegio de ser abanderado en la ceremonia de clausura. La maldición de Los Murciélagos no se rompió, aunque Maximiliano mostró la grandeza que lleva y que está tocado por la varita mágica del deporte como sus compañeros.

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